Cuenta la leyenda que cuando el jardinero terminó su obra llamó al emperador para que contemplara su jardín. “Te felicito. Es el más hermoso de los que he visto y esa roca es la más bella de todas”, sentenció el monarca.
Al instante, el jardinero cogió la piedra señalada por el emperador, la sacó del jardín y la tiró al mar. Entonces le explicó a su señor: “Ahora todo está perfecto y el jardín puede contemplarse en armonía. Un jardín, como la vida, tiene que ser visto en su totalidad. Si nos detenemos en la belleza del detalle, el resto nos parecerá demasiado feo”.
Una composición natural
Los jardines Zen están formados por distintos elementos naturales (principalmente arena fina, piedras pulidas y cristales de cuarzo, pero también velas o conchas marinas) sabiamente dispuestos sobre una sencilla cajita de madera, barnizada o pintada a mano. Son jardines sin vegetación o paisajes secos (kare-sansui) en los que la arena cubre toda la superficie del recipiente como si fuera un mar en calma.
La ausencia de cualquier riqueza material y su composición, a base de elementos muy simples, es el perfecto reflejo de la filosofía Zen, que predica máxima austeridad y sobriedad. Están concebidos para inspirar vitalidad, serenidad y favorecer la meditación (en sanscrito, Zen significa meditación).
La historia de los jardines japoneses, que comienza poco después de la introducción del Budismo en el siglo VI, es la historia de la búsqueda del hombre de su lugar en la naturaleza y, por consiguiente, la búsqueda de su verdadera esencia.
No es de extrañar, que el entorno en el que florecieron haya estado siempre vinculado a templos y Monasterios Zen, donde era una ayuda para la meditación de los monjes como contemplación profunda de la naturaleza y de la vida humana.
Los Jardines Zen representan el Universo y están concebidos para inspirar Paz y Serenidad.
Pequeños paraísos de buenas vibraciones
Para disfrutar de una agradable sensación de paz y bienestar, hay que respirar profunda y lentamente mientras se rastrilla la arena dibujando finas líneas, círculos o figuras simétricas. El jardín puede convertirse en un espacio de cambio permanente donde se pueden añadir o retirar elementos, recolocar las piedras, alisar determinadas zonas o trazar nuevos surcos, dejando que nuestro espíritu se exprese libremente. Los dibujos estimulan la creatividad personal y, en todos los casos, estos exóticos micro jardines pueden “funcionar” como un sencillo juego antiestrés. Una vez colocados los diferentes elementos, el jardín es una obra para la contemplación.
Desde su aparición, los jardines Zen se concibieron como una representación del cosmos. Una miniaturización donde las piedras representan las montañas, la arena la inmensidad del océano y un trozo de musgo un bosque frondoso. Además, para los japoneses también representan buena parte de su historia y están estrechamente relacionados con su desarrollo espiritual. En Occidente todavía no son muy conocidos y están considerados como una fórmula eficaz para combatir el estrés y el ritmo acelerado de la vida.
Estos pequeños jardines llegaron a la isla hacia el siglo XIII, junto al budismo Zen que se extendía en muchas direcciones desde China. Esta doctrina predicaba una vida austera y largos periodos de meditación para clarificar la mente y conseguir un apacible estado de armonía. Esta filosofía se fundió con los principios de estética japoneses y su amor por la naturaleza, manifestándose en muchas de las artes niponas.
Durante el periodo de los samuráis (de moda otra vez gracias a la última película de Tom Cruise), el Zen se popularizó como una disciplina imprescindible para elegir con acierto el camino más adecuado en los momentos difíciles. En aquellos años se colocaron los primeros jardines Zen en los templos, el lugar que por excelencia se dedicaba a la meditación.
Elementos para un jardín Zen
Arena. Neutraliza los malos pensamientos, las actitudes y emociones negativas, creando un ambiente de tranquilidad y serenidad. Un espacio de arena perfectamente alisado representa la inmensidad del mar. Los surcos pueden simbolizar los diferentes caminos que emprendemos en la vida.
Piedras. Representan los obstáculos o las experiencias de la vida. Las que son irregulares y asimétricas contienen una mayor carga de energía. En la filosofía Zen nada pasa por casualidad y todo tiene una causa y un efecto. En un plano físico, representan las montañas.
Cristales de cuarzo. Pueden recibir, almacenar y transmitir energías positivas y generan armonía. Su transparencia está relacionada con valores como la sencillez, la humildad y la modestia.
Conchas o caracoles. Nos ponen en contacto con el mar y nos recuerdan su presencia. Representan la tranquilidad y la paz que se percibe ante la presencia de un mar en calma y el rumor constante de sus aguas.
Velas. Ayudan en muchos procesos de meditación creando ambientes que propician el relajamiento. Sirven para iluminar el jardín con una luz sedante y natural. Dentro del jardín pueden colocarse pequeñas velas redondas y aromáticas. Si son alargadas es más conveniente situarlas fuera de él.
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